La nueva moda de los DJ set
Cuando las empresas culturales sufren el grave azote de la crisis estos promotores de conciertos musicales resisten, algunos con dificultad, cierto, pero proponiendo ideas con las que seguir adelante.
El colectivo Mistos lo formaron tres personas, Ana deTraca, Jose Luis Carrillo y Alejandro Tévar, en junio de 2012, uno de los años en que más empresas culturales desaparecieron. Juntos organizan desde conciertos hasta festivales de rock infantil o de poesía. Partían de la base de Santa Leonor, una promotora con la que Tévar y deTraca organizaban conciertos desde 2006. Con Mistos querían que su "nuevo proyecto de gestión cultural tuviera una acepción más amplia". Y lo han conseguido, ellos se lo plantean como "una carrera de fondo", en la que dicen que han sabido encontrar "fórmulas para hacer viables las actividades difíciles que llevamos muchos años organizando".
César Naranjo, responsable de Kraken Club en el Puerto de Alicante, ha encontrado otra fórmula para llenar su sala con artistas a los "que en un festival su entrada costaría 25 o 30 euros y con fechas más comprometidas". Son los llamados dj set, actuaciones en las que gente como los Lori Meyers, Is Tropical o Alaska pinchan sus canciones favoritas. "Es una manera de acercar al artista a su público en salas más pequeñas", explica, "porque es inviable traer estas bandas para un aforo como el nuestro [un millar de personas], la entrada sería muy cara y el resultado, dudoso".
Esa incertidumbre también la siente el programador de la veterana sala Stereo de Alicante. Ángel López viene de cerrar un excelente mes de noviembre por el que han pasado artistas como Dover, Kakkmaddafakka, Second y Quique González, con los tres últimos, además, con entradas agotadas. A pesar de ello, López destaca que "los resultados son más inciertos ahora que antes, cuando sabías que un grupo podía tener más repercusión". Por eso, añade que "partimos de premisas más bajas que antes porque no hay seguridad". Eso se traduce en cachés más baratos que a su vez hacen más accesibles a los grupos a espacios como el suyo con un aforo máximo de unos 350 espectadores y que les permite dejar su entrada en los habituales 10 a 15 euros, el nuevo estándar para los pequeños conciertos en la provincia. "El público está muy palo y no se puede tirar más", concluye.
Conforme se reduce el espacio, también lo hace el riesgo. Subway es una pequeña sala, con capacidad para unas 200 personas en Elche, que mantiene una línea indie muy definida, explica su responsable Óscar Blanco. Con ello quieren mantener un estilo que asegure la fidelidad del público, pretendían "llenar un hueco que en Elche no se estaba haciendo con la música de los grupos que en nuestras sesiones poníamos". "Es complicado pero nos va, tranquilito, porque la cosa está muy fastidiada". Cuando la gente es muy selectiva en los eventos, la labor de programación consiste en convencerla de que si van a ver a Reikiavik o Tachenko –los próximos conciertos que tienen–, también les gustarán.
Inevitablemente aún les pesa la subida del IVA cultural que se produjo en septiembre del año pasado. Antonio Galvañ, director de IFA, critica que la intención recaudatoria "ha conseguido el efecto contrario, ha bajado la recaudación y es una importante carga para el promotor que arriesga y apuesta y que al final prácticamente no tiene margen y desincentiva la promoción, que es lo que ha pasado". López destaca que "es casi un cuarto lo que desaparece de las manos y realmente se nota porque la situación no permite que adaptemos los precios, los conciertos valen menos, los grupos rebajan y tenemos que gravar más los beneficios, muerde por todos lados".
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