Los vampiros de Transilvania han vuelto
Transilvania se ha quedado seca. No queda sangre para el conde inmortal. Por eso el murciélago alza el vuelo hacia América, en busca de jóvenes en las que hincar sus colmillos sedientos de poder y sangre.
Esta es la trama de Drácula y otros vampiros, la propuesta de Macunaíma, que recala desde esta noche y hasta el 23 de marzo en el Teatro Olimpia de Madrid.
La labor de esta emblemática compañía brasileña, que ha guiado Antunes Filho, ha sido seguida por el público español con interés. En esta ocasión, Antunes Filho -que paradójicamente ama el sol y la luz, como buen Sagitario- se ha adentrado en el reino de las tinieblas, para hablar esencialmente de dos cosas: seducción y poder.
«A lo largo del espectáculo planteamos el Drácula tradicional, a la búsqueda de sangre joven y su gran viaje político: la seducción de Drácula es la del poder, el proselitismo de las ideas totalitarias», señala.
La esencia de este hombre de teatro se basa en la pluralidad y el descubrimiento. Drácula y otros vampiros, un proyecto del Centro de Pesquisa Teatral do Sesc, nació tras un taller con jóvenes actores y un largo proceso. «Prefiero trabajar con equipos jóvenes porque nuestro camino está en la búsqueda, la investigación y la renovación del lenguaje teatral. La juventud de América nos permite, además, hacer ciertas cosas que en Europa no están permitidas», añade.
Con esas ciertas cosas se refiere a abrirse a todo tipo de influencias y a reconocerlas en su integridad: desde el manga japonés y el cómic underground brasileño, al teatro balinés y la cultura oriental, pasando por el Apocalipsis, Silvia Platz o Baudelaire, referentes del montaje.
Y prosiguiendo la descripción de su imaginario, Antunes Filho apela a la divinidad hindú Shiva. «Dionisos es la revuelta; Shiva, la creación, el renacimiento y la muerte. Lo dionisíaco habla de exaltación: Shiva, de ilusión. No es el camino del ser o no ser: es el de ser y no ser. Es el teatro y la vida como juego, como juego hermoso y divertido», matiza.
Macunaíma ha dejado tras de sí una estela de grandes momentos del teatro latinoamericano. Y ello con una formación rigurosa de sus intérpretes, dotados de una fuerte expresión gestual y voces muy preparadas. Tal vez por eso han sido capaces de conjugar el teatro de texto - La leyenda de Gilgamesh fue su anterior montaje- y la creación de un idioma propio, formado por sonidos guturales y palabras que no pertenecen a ninguna lengua, pero que espectadores de todas las naciones comprenden. «El mundo se vuelve muy pequeño cuando hablamos de corrientes y estéticas. Y creo que Goethe tenía razón cuando advertía del peligro del hombre de un solo libro», añade Antunes.
La presencia de Macunaíma en Madrid, primera capital europea de su gira internacional, se ha visto marcada por el homenaje a Moisés Pérez Coterillo, alentador del encuentro latinoamericano. «El valor de su colaboración ha sido fundamental para nosotros», concluyó.
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