El pueblo donde vive Homer.
Justo cuando todas las miradas apuntaban hacia un pequeño pueblo de Oregón, Matt Groening, creador de Los Simpson, le ha vuelto a dar la espalda a su Estado natal desdiciendo lo señalado y ante la consabida decepción de los millones de curiosos que desde años mantenían la esperanza de desvelar el secreto mejor guardado de la televisión americana: ¿dónde demonios está Springfield?
Todo seguiría como hasta ahora, 23 temporadas más tarde y 500 episodios después, si el creador de las criaturas disfuncionales no hubiera dicho en una entrevista que en efecto ese pueblo sin una identidad definida era el más cercano a su lugar de nacimiento.
«Le puse el nombre de Springfield por el de Oregón sólo por un recuerdo que tenía de niño», dijo el peculiar dibujante en una entrevista con la revista Smithsonian. «Cuando era pequeño solía ver una serie que se llamaba Father Knows Best que tenía lugar en un pueblo llamado Springfield». Siempre se imaginó que aquello era cerca de su casa.
Pero después llegaron los desmentidos y todo volvió a su estado natural, a ser un nombre ficticio en tierra de nadie, «un pueblo que limita con Ohio, Nevada, Maine y Kentucky», como se explicaba en el largometraje The Simpsons, un lugar en medio de la nada que todo el mundo ha soñado con apropiarse.
Hubiera sido el reclamo turístico perfecto para el pueblo elegido entre todos los Springfields que existen en EEUU, un total de 28 de costa a costa, con cinco de esas localidades en un solo Estado como Wisconsin y el cuarto nombre más común del país para un pueblo, detrás de Greenville (49), Franklin (30) y Clinton, con 29.
El domingo pasado, en el capítulo emitido en EEUU, al final de la cabecera, en el mensaje que Bart escribe en la pizarra del colegio se podía leer: «La verdadera localización de Springfield está en cualquier Estado menos en el tuyo». Un nuevo y ambiguo guiño a la controversia desatada en los últimos días.
Pese a la decepción, algunos de esos pueblos ya han recibido réditos por llamarse como se llaman y por aguantar con humor las comparaciones del pueblo que pintan los creadores de la serie. En realidad, ninguno se parece demasiado a la localidad ideada por Groening, con su planta nuclear, el colegio cayéndose a pedazos y el Sleep Eazy Motel, aunque hacen de la serie un motivo de orgullo y fuente de ingresos.
El de Oregón, el que pudo ser y no fue, tiene algunos elementos que recuerdan a la serie en su museo local, como un sofá casi idéntico al de Homer y una placa conmemorativa del estreno de la película en la localidad en 2007.
«Saludos a Springfield, Oregón, el verdadero», escribió Groening durante su visita. «Vuestro amigo Matt, orgulloso oregoniano», que, sin embargo, no les ha dado el espaldarazo que andaban buscando.
«Ya hemos superado el trauma», confiesa Niel Laudati, manager de relaciones comunitarias de la localidad, situada en el centro del Estado y con un poco menos de 60.000 habitantes censados. «Pero sí que tenemos un montón de familias de clase trabajadora que van a la iglesia cada semana y que cenan juntos por la noche. En eso nos parecemos bastante a la serie», apunta.
En el pueblo parecen no querer tirar la toalla en sus esfuerzos por ser el origen de Los Simpson, motivo de orgullo nacional y una disputa -amistosa y pacífica, se entiende- entre varios de los Springfield del país. Ya tuvieron oportunidad de presentar sus credenciales en la previa del estreno del largometraje en 2007, cuando Fox, responsable de los dibujos, hizo un concurso para ver quién hacía la propuesta más original sobre las similitudes con la creación de Groening.
El gato al agua se lo llevó Vermont, premiado con el estreno a nivel mundial de un largometraje que hizo caja, más de 500 millones de dólares en total.
Fue un circo en el que verdadero ganador fue el de siempre, el genial Groening, que construyó ese mundo caótico e hiperbólico para dar rienda suelta a su particular sentido del humor, cargado de sarcasmo y acidez. Se rió y lo sigue haciendo de la América profunda que ahora se pelea por ser la sede designada.
No obstante, siempre quedarán las pistas escondidas en la serie, como el hecho de que los códigos telefónicos corresponden a un condado de Missouri y otro a Puerto Rico, todo ello comprendido en el Estado oficial de Tacoma del Norte. Lo malo es que la geografía es cambiante, según las necesidades del espectáculo, algo que no estaría nada mal en la vida real. «Es un pequeño misterio, sí», admite Lisa en un episodio. «Pero si miras las pistas, lo puedes descifrar».
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