Veinteañeras buscando el amor

Nuestro mercado editorial está plagado de libros de no-ficción en los que escritoras de toda índole narran sus experiencias vitales: veinteañeras describiendo la búsqueda del amor, treintañeras narrando la maternidad, cuarentañeras hablando del divorcio, y así un larguísimo –y extenuante– etcétera de textos en primera persona donde se relata hasta el detalle más insignificante de unas vidas harto repetitivas. 

No obstante, hubo un tiempo en que los diarios personales ni eran monótonos ni sobresaturaban el mercado, e incluso existió una época en que tenían calidad. Y de hecho, si tuviéramos que señalar a una de las grandes pioneras de este tipo de libros sin duda mencionaríamos a E.M. Delafield –seudónimo de Edmée Elizabeth Monica Dashwood–, considerada por muchos la creadora del género.

La escritora inglesa (1890-1943) ya había publicado algunas novelas cuando le solicitaron una colaboración regular en la revista liberal y feminista Time And Tide. Sus columnas de tintes autobiográficos captaron de inmediato la atención de los lectores y acabaron convirtiéndose en Diario de una dama de provincias (Libros del Asteroide, 2013), donde la autora contaba la vida de una señora (tremendamente parecida a ella misma) que tenía que adaptarse a la campiña inglesa. 

El primer volumen salió publicado en 1930 y dos años después vio la luz la segunda parte: La dama de provincias prospera, también rescatada ahora por Libros del Asteroide. Posteriormente, la autora publicaría dos títulos más de la misma serie que aún no han visto la luz en España.

Así, si en Diario de una dama de provincias descubríamos que la protagonista vivía en una casa de campo y que tenía dos hijos maravillosos y un marido que se quedaba dormido tras el periódico, y si además la acompañamos durante sus desvelos para controlar la economía familiar, para relacionarse con las empleadas del hogar y soportar a las vecinas, ahora, en La dama de provincias prospera, descubrimos que la misma protagonista, tras haber obtenido cierto prestigio literario, se traslada ocasionalmente a Londres para codearse con otros escritores y conocer el mundillo. 

Sin embargo, estas escapadas no la libran de los pequeños problemas cotidianos que siguen agobiándola y que se convierten en un auténtico divertimento para los lectores de hoy en día. 

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